Gratuidad de la universidad: ¿la casa por el tejado?

Sara Carreira Piñeiro
Sara Carreira NI UN PASO ATRÁS

OPINIÓN

M.MORALEJO

24 abr 2024 . Actualizado a las 14:58 h.

La gratuidad de las tasas universitarias es una noticia llamativa y de apariencia positiva, pero puede que las desventajas superen a sus beneficios. La principal debilidad es restarle dinero a lo que realmente urge: libros de texto gratuitos para primaria y ESO. De esto nada se sabe ni espera, y aunque la Constitución nos dice que la educación debe ser gratuita, las familias han de desembolsar entre 200 y 400 euros por hijo cada año.

Es cierto que hay ayudas de la Xunta a la compra de manuales, pero ni cubren el cien por cien del gasto ni llegan a todas las familias que lo necesitan. En cambio, crear un verdadero banco de libros sí podría convertirse en una medida que beneficie a todos: a las familias porque les alivia la cuesta de septiembre; y a los niños, ya que todos tendrán manuales nuevos y viejos, aprenderán a cuidar lo que es de todos (frente a eso de que lo público no es de nadie) y heredar los libros de otros incluso supondrá para muchos un pequeño baño de realidad.

Es cierto que el desembolso de dinero puede casi duplicar al de la matrícula universitaria (30 millones una, sobre 50 la otra), pero, en cuanto el sistema tenga los manuales, los gastos serán menores porque solo hay que renovar una pequeña parte. En la universidad, los costes se repetirán cada curso.

La equidad debería apuntalarse en infantil (fantástica la medida de las guarderías gratuitas), primaria y ESO.

Galicia parte de una posición excelente, con una educación pública rural de primerísima calidad, una escuela que iguala a todos los habitantes y evita los guetos. El mapa escolar urbano ya es otra cosa, aunque se puede decir (perdón por la simplificación) que hay colegios de «ricos» y de «pobres», al margen de la titularidad de cada centro; pero esa historia es otra diferente.

A la universidad llegan los que superan con holgura la ESO, un filtro que, en ocasiones, depende de lo que denominamos elementos socioeconómicos. Cuando no haya que gastar en libros o en gafas, ni en clases extra de inglés o de matemáticas, cuando todos los niños tengan asegurada una comida equilibrada y de calidad, esteremos más cerca de la equidad. Y entonces podrán acceder a una universidad (o a FP, o a enseñanzas artísticas) que les apoye, con tramos de becas autonómicas que complementen las estatales, más residencias públicas y comedores con precios subvencionados.

No es que la gratuidad de las carreras sea algo malo, pero parece empezar la casa por el tejado.