Marjane Satrapi, premio a una creadora valiente frente al fanatismo y la intolerancia

Rubén Santamarta Vicente
rubén santamarta REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Marjane Satrapi, fotografiada el pasado marzo en París.
Marjane Satrapi, fotografiada el pasado marzo en París. Benoit Tessier | REUTERS

El Princesa de Asturias de Humanidades distingue a la creadora iraní, exiliada en Francia, por denunciar desde el cómic y el cine la mordaza y el terror en su país

01 may 2024 . Actualizado a las 09:46 h.

Ser mujer en Irán es una heroicidad. Serlo ejerciendo la crítica al poder se convierte en un ejercicio de supervivencia. Marjane Satrapi (Rasht, Irán, 1969) dejó su país hace ya casi treinta años, y desde ese exilio ha contado lo mejor que ha sabido (y lo ha hecho muy bien) el pozo en el que los ayatolás han metido los derechos y las libertades, expresando en viñetas el hundimiento de un territorio que fue ejemplo de progreso y al que el fanatismo tiene encogido desde finales de los años ochenta. Satrapi acaba de ser distinguida con el Premio Princesa de Asturias de Humanidades por explicar y denunciar desde el lenguaje visual (primero en cómic, luego en el cine) la decadencia de su país, la persecución y el fanatismo del régimen.

Marjane Satrapi, en una imagen promocional con su última obra.
Marjane Satrapi, en una imagen promocional con su última obra.

Satrapi es una creadora fabulosa, autora de una de las mejores novelas gráficas del siglo XXI: Persépolis. Por sí solo, bastaría para tener ese premio. Es su obra más conocida, trasladada luego por ella misma a la animación. Un ejercicio de memoria y denuncia en el que expone cómo vivió ella misma desde su casa —un hogar con unos padres tolerantes, adinerados e informados—, el colegio y la universidad ese recorte de libertades del régimen que sigue hasta el 2024. Persépolis, narrado en blanco y negro y pensado para todos los públicos, permite advertir los cambios obligados a digerir en el tiempo una niña, luego adolescente. Desde la prohibición de música extranjera hasta el silencio autoimpuesto, el temor a ser delatado o la obligatoriedad del pañuelo, ese que llevaba mal puesto Mahsa Amini en el 2022, un detalle que le llevó a la muerte, torturada por la policía. Este premio a Satrapi es, a la vez, el reconocimiento a esa víctima y a todo el movimiento que llegó tras su asesinato. 

Dos interiores de «Persépolis».
Dos interiores de «Persépolis».

Persépolis fue su primera incursión en el cómic. Luego llegaron otros trabajos que permiten completar el cuadro sobre Irán, Pollo con ciruelas o Bordados. El primero, alrededor de los temores de un padre en medio del régimen; el segundo, precisamente sobre la tensión a la que viven sometidas las mujeres. Todo sin excesos, y sin que falte cierta sorna. Que se agradece.

 Residente hoy en París, toda su obra —llevada por ella misma desde el cómic al cine— se inspira en aquel Irán que quedó atrás, en la cultura de su país, la gastronomía, la música, los cuentos infantiles... Hasta los olores se aprecian. Satrapi dedicaba ayer este premio al artista de rap Toomaj Salehi, condenado a muerte hace unos días «por cantar a la libertad». Otra heroicidad.