Javier Fernández, el último redero de Muros: «Este oficio morre aquí comigo»

Laura Ríos
Laura Ríos RIBEIRA

MUROS

Fernández lleva 42 años sin fallar a su cita diaria con los barcos que operan en Muros.
Fernández lleva 42 años sin fallar a su cita diaria con los barcos que operan en Muros. Manuel Candamo

El barbanzano es el último profesional de las redes del puerto de Muros

01 may 2024 . Actualizado a las 19:06 h.

El refranero español es especialmente rico. Capaz de reflejar casi cualquier situación de la vida de un ser humano, hay una frase que en esta ocasión viene al dedillo: todo lo que sube baja. No es que el redero Javier Fernández (Muros, 1964) se subiese nunca a ningún sitio. Más bien quiere decir que todo lo que empieza acaba en algún momento y lo que hace años fue una gran salida laboral para muchos jóvenes, en la actualidad es una ocupación que, por lo menos en Muros, está a punto de desaparecer: «Este oficio morre aquí comigo».

Lo dice con convencimiento y tristeza después de más de cuatro décadas aguja en mano y de ver como muchos iban abandonando la profesión en busca de mejores condiciones de trabajo o salarios más altos. Por el contrario, él nunca quiso despegarse del puerto que le vio crecer. Más que una decisión como trabajador lo de Fernández fue una apuesta por la artesanía local y la prosperidad económica de Muros.

El redero empezó sus andanzas en el sector cuando apenas tenía 14 años e invertía buena parte de su tiempo libre en aprender a coser redes: «Ía cando saía da escola ou cando tiña vacacións no verán. Meus irmáns andaban ao mar e un amigo dun deles, Lisardo, aprendeume a amañar os aparellos». De aquella era muy normal que los adolescentes acudiesen a los centros de trabajo para forjarse en un oficio.

El muradano recuerda que, como él, eran muchos los chicos que se acercaban por allí por las tardes para pasar el rato y aprender de los más mayores. Las cosas han cambiado mucho con el paso de los años, pero no se le olvida que antiguamente las redes se hacían «con fibras naturais. Eran feitas con produtos do campo que despois se encordaban e aos que se lles botaban algúns líquidos para que fosen impermeables».

Aunque estas redes, que estaban hechas de esparto y cáñamo, eran más respetuosas con la naturaleza que las actuales, el profesional reconoce que también se partían con más facilidad y que por eso muchos barcos dieron rápidamente el salto al plástico: «Antes de utilizalo as cordas encharcábanse moito máis e facían que o aparello pesase demasiado».

Condiciones duras

Aún así, los incidentes y roturas son el día a día de este mago de las agujas, cuyas manos expertas han zurcido cientos de redes y ayudado a zarpar a tiempo a numerosos pesqueros. Piensa que ser consciente de que los horarios no son inmóviles es una parte fundamental de su trabajo, que en muchas ocasiones le ha llevado a pasarse interminables jornadas cosiendo a destajo: «Este traballo lévase ben se che gusta, se non esquécete, non podes aguantar».

A las duras condiciones se suma la crisis del sector pesquero, que no atraviesa su mejor momento. Para el muradano está claro que las cosas han ido empeorando con el paso de los años: «Daquela nesta zona podía haber facilmente 300 barcos e agora debe de haber 60, o peixe vai cada vez a menos». Por esta razón, comenta, muchos de sus amigos de la infancia optaron por enrolarse en embarcaciones de altura en destinos lejanos como el Gran Sol o probar suerte emigrando a Estados Unidos.

Frente a los que opinan que hacer redes es un trabajo para gente sin formación, Javier Fernández defiende que es un oficio en el que hay que estar preparado casi para cualquier escenario y en el que el principal ingrediente es la creatividad. «Tes que levar moitos anos traballando co aparello para saber adaptalo a cada situación e a cada barco».

Le encantaría que la chavalada continuase con este oficio, aunque es consciente de que las duras condiciones de la vida pegada al mar no se lo ponen fácil a nadie: «Andar a traballar como ando eu é moi duro, ten que ser que te acostumes dende pequeno, se non despois non o colles». Por ahora, Muros disfrutará unos meses más de la delicia de ver trabajar a Fernández, que afirma que la jubilación está cerca pero «aguantarei ata que poda».