Echo de menos aquel orgullo y prestigio por ser sanitario

A MARIÑA

PEPA LOSADA

30 abr 2024 . Actualizado a las 17:03 h.

Echo de menos aquel espíritu de orgullo y prestigio por ser sanitario. Las elecciones en el Estado de las Autonomías están señalando que la competencia del espacio socio sanitario sufre una grave crisis. Y nadie puede negar al menos tres signos: el malestar con creciente desánimo de los trabajadores en tal sector público; el malestar de la población usuaria con la falta de capacidad para respuestas a sus demandas -esperas, resoluciones telefónicas, falta de medios para la atención a los dependientes-; desconexión entre los niveles del sistema y de tal con otras administraciones y muy en especial con la política municipal.

Empiezo por esto último. La democracia es mucho más que votar. Es participar y el primer nivel de tal derecho o deber es la antena social que desde los ayuntamientos se requiere. Yo soy de una generación de médicos asistenciales y gestores que «disfrutó» con aquellos órganos de encuentro entre representantes del Sistema Nacional de Salud en el área territorial y los Ayuntamientos, que eran los primeros en conocer las debilidades, exigir soluciones, emprender medidas socio sanitarias para mejor proveer el derecho a la salud de los vecinos rurales o del distrito urbano. Hoy los ayuntamientos le dan mucha más importancia a organizar las fiestas que a ser la primera antena que exija o defienda los hospitales y centros de salud para su atención integral a la ciudadanía. Los Ayuntamientos también son los representantes de los trabajadores sanitarios y de los trabajadores o pensionistas usuarios de un sistema de salud en franca decadencia.

No hay médicos para atención primaria. ¿Y les sorprende? Preocuparse y ocuparse previo análisis de los motivos. Los sanitarios de los centros de salud se sienten abandonados y son el pararrayos del malestar poblacional con el sistema. Al menos en los hospitales los profesionales pueden refugiarse en el número-servicios-plantilla. En los centros de salud son la primera línea de contención ante el usuario angustiado y con razón enfadado. Hay que recuperar la conexión entre hospitales y centros de salud y de unos u otros con los recursos sociales, muy en especial con la residencias de mayores que comienzan siendo de válidos y ya son de dependientes con graves dolencias o situaciones que se han olvidado y que fueron historias para no dormir con motivo de la pandemia. Conste que me siento orgulloso de haber terminado mi periplo profesional siendo el médico rural de las parroquias de mi querido Concello de Cervo. ¡Merece la pena hacer publicidad de tal experiencia humanística!

No es de recibo que no haya una conexión en red que garantice el acceso a la historia clínica en cualquier punto de atención sanitaria, incluyendo los concertados. A lo peor se debe al gran negocio que supone mantener y adecuar diferentes programas informáticos para cada servicio socio sanitario del Estado de las Autonomías. Curiosamente, esto no sucede con la Agencia Tributaria.

Me duele que la inversión de tiempo y dinero que se invierte por una familia para que se forme un médico termine en un puesto de trabajo duro, precario, dónde se va perdiendo cada día el incentivo inicial. Motivo por el que muchos de esos excelentes sanitarios se marchan al espacio de la denominada sanidad privada. ¿Cómo puede resistir un cirujano sin anatomía patológica o endoscopia? ¿Cómo puede resistir una enfermera sola en una planta de hospitalización con enfermos todos ellos graves y de cuidados máximos?

¿Por qué se colapsan las urgencias de los hospitales? Por la falta de capacidad del entorno asistencial y social para resolver las dolencias y evitar las derivaciones. Una vez más. ¡Qué buen vasallo si hubiera buen señor! Pero para ser tal, hay que saber, querer y poder.